El enigma de los niños prodigios
El enigma de los niños prodigios

Niños prodigio, genios precoces, artistas en la historia, esa circunstancia especial de ser un gran creador, al tiempo que se florece a la vida; con obras de original desigualdad, comparándolas con otros niños y calidad creativa visibles para todo el mundo.

A los cinco años Miguel Ángel manifestó sus dotes para la escultura. Podríamos citar numerosos ejemplos de genios precoces: Blaise Pascal, desde su niñez, se reveló como un geómetra y un matemático de primera categoría.




Alfred Henry Heineken, habló casi desde su nacimiento, a la edad de tres años sabía latín y francés, además de su lengua patria; respondía a todas las cuestiones de historia y geografía, siendo más erudito que muchos de los sabios de su tiempo.

Mozart, comenzó sus estudios musicales a los 3 años, para quien este arte pareció ser un lenguaje natural desde su más tierna infancia, se reveló a los siete años como un compositor de talento y produjo su primera ópera a los doce.


Beethoven, cuya infancia es menos conocida que la del genio de Salzburgo, demuestra un innegable talento musical y sus avances en el dominio del piano lo llevan a dar su primer concierto a los ocho años, a los once expuso su talento como virtuoso del piano y ya era violinista de una pequeña orquesta de teatro. A los trece sustituyó a su maestro en el órgano de la iglesia y con los años, habría de convertirse en uno de los más importantes compositores en la historia de la música.
Unos más precoces que otros, desde los dos años, Federico García Lorca mostró su habilidad para aprender canciones populares y a muy tierna edad escenificaba en miniatura oficios religiosos.




A los siete años, Jorge Luis Borges redactó en lengua inglesa un compendio de mitos griegos y tradujo “El príncipe feliz” de Oscar Wilde.


Hans Bethe estaba interesado en los números desde muy corta edad: "Cuando tenía cinco años, le dije a mi padre un día: -“¿No es extraño que si un cero se pone al final de un número signifique mucho pero si está al principio, no signifique nada?”. Un día cuando tenía aproximadamente cuatro años, su tío Ewald, un profesor de Fisiología, le preguntó en la calle: “¿Cuánto es 0,5 dividido por 2?”. Y él respondió: “Tío Ewald, no lo sé”. Pero la siguiente vez que lo vio corrió hacia él y le dijo: “Querido Ewald, es 0,25.” Ya conocía entonces los decimales. Cuando tenía siete años, aprendió las potencias y relleno un cuaderno entero con las potencias de dos y tres.





Se los mira con cierto asombro y escepticismo, hay oleadas de niños prodigio y provienen de lugares

muy precisos del mundo.


La mayoría de los grandes violinistas entre la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX eran de Rusia y Europa oriental. Buscando las causas de este fenómeno encontré que todos eran judíos, y víctimas de persecuciones, no queriéndolos en ningún campo profesional, pero si en salas de conciertos.


Es difícil creer que la persecución creara genios, pero en 1862, cuando se funda el conservatorio de Música de San Petersburgo, los judíos no podían transitar con libertad por Rusia, aquél que fuese sorprendido después de las 18:00 hrs. por fuera de las zonas designadas era arrestado y encarcelado.Pero los estudiantes del conservatorio eran artistas libres y gozaban de la protección de la Zarina, por lo tanto podían ir de un lugar a otro.


Tener un hijo con atributos para la música era como tener un pasaporte a la libertad.
Otra cosa que se advierte es, que donde nacen niños prodigios se valora la excelencia y se fomenta el talento. Un país que posee estos valores es Japón: sumamente competitivos, con disciplinas estrictas, la música no es algo cotidiano es un ejercicio disciplinario.


Tal vez les cueste menos pero hasta los prodigio deben trabajar duro, los estudiantes practican un mínimo de cinco horas, pero hay días en que deben ensayar ciertas composiciones que le demandan entre ocho y doce horas.
Como el trabajo arduo, los genes también juegan un papel importante en la creación de un prodigio.
Juan Sebastián Bach fue la culminación de varias generaciones de músicos, y cuatro de sus hijos desarrollaron esta actividad.
Aparte de los genes, los padres juegan un rol importantísimo, desde una dedicación inteligente hasta una obsesión patológica.


En 1929, Ruth Slencynska, hizo su presentación con apenas 4 añitos, descripta como: “algo que la naturaleza produjo en uno de sus momentos de mayor generosidad”
Décadas más tarde cuando escribió sus memorias, narró la razón de forma muy sencilla: su padre la obligaba a practicar 9 horas al día y si se equivocaba en una nota, le daba una cachetada. Si el error era grave, salía de una patada despedida del piano, nada de estas barbaridades le impidió hacer una carrera fabulosa compuesta por miles de conciertos en todo el mundo.




Al ser niños prodigios tienen una perspectiva desequilibrante de la vida, comienzan a ser genios desde muy pequeños y dedican toda su vida a eso, resultando una niñez no vivida como tal.
Pocos son los prodigios que tienen buenos recuerdos de su infancia, se sienten como monos de un circo, con profesores en lugar de adiestradores.


Pero hablando de niños, muchos de los grandes científicos tienen algún que otro recuerdo de pequeño genio salvo, claro está, la modestia con la que Einstein nos tiene acostumbrados. El mismo afirmaba que se había retrasado en el crecimiento y por ello las preguntas que se hacía eran las de un niño. No obstante, inventó por sí mismo una demostración del teorema de Pitágoras a los doce años. Nada mal para estar retrasado en el crecimiento.


Thomas Edison dijo:”El destino del genio es ser un incomprendido, pero no todo incomprendido es un genio”.


Estos niños cuando llegan a adultos también sufren, porque saben que ya han hecho todo de niños, quizás aquí esté el verdadero secreto de ser un verdadero prodigio; no conformarse con la perfección, lo inmaculado e ir por más.