Es mi madre...
Es mi madre...
 Autor: Bender 2001
Podemos discutir, nos podemos pelear una y mil veces con ella, pero como cantaba Pappo “Nadie se atreva, a tocar a mi vieja”.
Desde el primer día

De manera natural, el primer contacto del niño es con su madre. Y por si esto fuera poco, ese es el vínculo que llevará consigo toda su vida, incluso hasta el día que ella ya no esté. Porque hay vínculos que pueden ser más fuertes que la vida.

El sostén emocional que forma la madre en la vida de la persona es uno de los más fuertes para el individuo.

Al comienzo, el bebé no sólo tiene una adoración especial por su madre, además tiene una dependencia, y una necesidad de seguridad.

Es un detalle curioso, pero el desarrollo más importante del cerebro se da en los primeros años de vida. Toda la estructura emocional, lo referente a la conducta y a las relaciones, tiene su base en la infancia. Claro está que después, los golpes de la vida hacen lo suyo.
Volviendo al vínculo, la unión entre madre e hijo mediante el cordón umbilical puede ser todo un símbolo.


El posterior desarrollo, las salidas a la plaza, la llegada a la salita del jardín, los juegos con plastilina o los recortes de papel, son cosas que se meten en nuestro recuerdo. Muchos de esos momentos las vivimos por primera vez con nuestra madre (o con nuestro padre, claro).

La sensación de protección ...
Pablo caminaba intranquilo por una senda oscura. Las ramas de los árboles bloqueaban hasta el último indicio de luz de luna. A su costado sólo veía sombras, la negrura de la noche no le permitía ver ni siquiera sus pies. Sentía dificultades hasta para respirar. Cerró los ojos, sólo para dejar que el momento pasara. Cuando los abrió, sintió una sensación de completa seguridad, estaba en los brazos de su mamá.


La relación en el complejo mundo adolescente

Si bien cada edad tiene sus dificultades, la adolescencia es sin dudas una etapa especial. Como hijos se nos plantea la necesidad de mayor libertad y hasta cierta rebeldía. No es fácil ser madre en esa etapa (¡ni padre!). Hay que lograr el equilibrio. En este período se hace fundamental la confianza tanto de parte de los padres como del los hijos.

Son tiempos en los cuales es fundamental reafirmar el vínculo entre las partes. Sin perder su lugar, la madre debe ser una opción para el diálogo y una mano que ayude, no solamente la que pone límites. Es primordial reforzar los lazos que fomentan la comunicación.

Como en toda relación, para algunas cosas nos sentimos más en confianza para hablar con mamá y otras para hacerlo con papá. Es natural y hasta comprensible. Lo importante es sentir que lo podemos hacer con libertad.

En la etapa donde experimentamos mayores cambios físicos y emocionales, es cuando necesitamos a nuestra madre en la medida justa, con toda su comprensión y experiencia.

En este sentido, no debemos olvidar que nuestra madre también puede tener sus miedos y sus dudas (¡sí, es humana!). No nació sabiendo todo, ella también está aprendiendo con nosotros. De hecho todos aprendemos, en todo momento, si logramos asimilar las lecciones que nos da la vida.


Nunca te olvidaré

Con el paso de los años, nos vamos convirtiendo en padres de nuestros propios padres. Cuando la relación se revierte y el que debe decir lo que se tiene que hacer es el hijo, todo parece más difícil. Es mucho más fácil criar a un niño que a un padre o a una madre.

Para este momento, la madre ya se habrá convertido en abuela hace tiempo, habrá malcriado nietos y acentuado su personalidad.





El trance más difícil es el de la partida de un ser querido, en este caso es imposible reproducir la congoja cuando el vínculo es tan cercano. ¿Cómo no extrañar la mano que nos acarició cuando nos sentíamos mal? ¿Cómo no necesitar escuchar su voz para saber que está todo bien? ¿Cómo llenamos el lugar de quién no se puede reemplazar?

Por eso, no hay que dejar para el último día los te quiero, los abrazos y las muestras de afecto. Si es que hoy está ahí, hoy es el día, aunque sea un día cualquiera ¿porqué esperar?


El día de la madre

El día de la madre es una celebración que se da a nivel mundial. Para encontrar sus origines podemos bucear en la historia, hasta llegar a los tiempos de la antigua Grecia.

En aquella época, se rendía homenaje a Rhea (madre de Zeus, Poseidón y Hades). Luego los romanos adoptarían este tributo, denominándolo “La Hilaria”.

El cristianismo adoptan este festejo como un tributo a uno de sus máximos símbolos religiosos: “La Virgen María”. Probablemente, la imagen de María sosteniendo al niño Jesús sea una de las escenas más representativas, especialmente para religión católica.

Más allá de las creencias religiosas, la imagen de María tiene peso propio. Particularmente, siempre me ha parecido la crucifixión una de las escenas bíblicas más fuertes. De allí surge la imagen de María, sumida en entrega y dolor, sometida al máximo sufrimiento, al ver padecer a su hijo.

El 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción de María, algunos países también celebran el día de la madre.

En el siglo XIX, en Estados Unidos, es Julia Ward Howe quien toma la iniciativa. Años después, hacia comienzos del siglo XX, Anna Jarvis logra ser escuchada para rendirle tributo a su madre (quien fuera importante en los reclamos por la salud pública en su país), imponiendo el segundo domingo de mayo como fecha para conmemorar a las madres.

En el año1914 el Congreso estadounidense aprueba el Día de la Madre. Celebración que rápidamente se expande a decenas de países.

Al convertirse el festejo en una fecha comercial, provocó que la propia Anna levantara su voz en contra y hasta tuviera varios enfrentamientos público por el tema. Años más tarde, llegó a arrepentirse de haber luchado en favor del Día de la madre.





Esta festividad, en gran parte del mundo, se festeja el segundo domingo de mayo (Alemania, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, Estados Unidos, Italia, Japón y Venezuela, entre otros países). En Argentina la celebración se ubica en el tercer domingo de octubre.


Mi mamá es única

Después de todos los momentos vividos, de las cosas buenas y las malas, de los retos y los abrazos, no cabe duda que nuestra mamá es única e inigualable, en todo sentido.

Nos puede hacer avergonzar con recuerdos de cosas que pasaron cuando éramos niños, pero también es capaz de despertar una sonrisa de ternura, con alguna anécdota de esas cosas gratas que vivimos de chicos.





Mucho podemos decir, nos podemos quejar de alguna maña, la podemos adorar y hasta decir que son lo más grande que hay. Lo único que no se puede hacer con ellas es cambiarlas, porque son así, ¡son nuestras madres!